Todos los días amanece · Pepe Mújica

Estamos navegando en un barquito que se llama Tierra. Tiene en sus entrañas el milagro de la vida y da vuelta por el Universo. Tenemos que hacernos responsables de la vida y de la suerte de ese barquito. Es como si estuviéramos navegando en un gigantesco océano del cual tenemos que temer y después nos tenemos que defender. Dentro del barquito tenemos que tener unidad en la tripulación para manejarlo con el mayor oficio. Esto es el destino de la humanidad. ¿Lo podrá hacer? Yo no sé. Esto no es sencillo, porque los gobiernos están ocupados en quién gana en las elecciones que vienen. Los problemas de la humanidad no conmueven a nadie, en todo caso, son la preocupación de algunos hombres de ciencia que nos dicen tal o cual cosa, pero no sacuden el mundo. Y mientras la feria continúa (…).

Creo que nunca ha habido una época tan portentosamente revolucionaria para la humanidad como ésta. Nunca la humanidad tuvo los recursos que tiene hoy. Y esto es bueno que se lo ponga en la cabeza como interrogante la gente joven. No hay lugar para el pesimismo, no hay lugar para la aventura. Hay lugar para el compromiso. A los seres humanos no hay que dividirlos en hombres y en mujeres, en jóvenes y viejos, en raza, en amarillos, en negros. A los seres humanos hay que dividirlos en dos tipos: los que se comprometen y los que no se comprometen (…).

Se puede vivir porque se nació y es una forma vegetativa de vivir, como cualquier animal, como cualquier bicho. Pero se puede vivir porque a la vida se le da un sentido, se le da hasta cierto punto una orientación. No vivimos sólo porque nacemos. Podemos darle una orientación, hasta cierto punto en términos relativos, al esfuerzo de nuestra vida y tenemos que convocar a los jóvenes, a los que están haciendo, a que no hay derecho a tener desesperanza, no hay derecho a ser pelotudo en este mundo. A levantarse a las once de la mañana porque no tengo nada que hacer. A desesperanzarse porque no conseguí esto o no conseguí el otro. Nunca le regalaron nada a la juventud, la juventud se abre paso a codazos en la lucha por la vida (…).

Ese es el pedido que le quiero hacer a la gente joven porque tiene un enorme desafío, pero se lo digo en mi nombre y en el de otros luchadores viejos, de mi vieja y de otros. Mirarse al espejo y sentir la sensación de que uno no traicionó los sueños. Ha seguido luchando y luchando, y está comprometido con la verdad y tener alegría de vivir. A tal punto que si me tocara vivir de vuelta le diría pulpero sírveme otra vuelta porque esta vida es hermosa. Yo no concuerdo con eso de que esto es un valle de lágrimas para ir al paraíso. No te pelo con eso. El paraíso y el infierno están acá. Depende de nosotros (…).

Pelear por un país de gente feliz y pelear por gente que tenga libertad. Que tenga un margen de tiempo libre para hacer con su vida lo que le gusta, sin joder a nadie. Eso es ser feliz. Mirá que es sencillo. Si tenés muchas cosas, ya te viene la envidia. La necesidad de refregarle a otro que sos más poderoso. Y comprarse un vino de cinco mil dólares la botella para que el otro te envidie. Y decir: este vino me costó cinco mil dólares. O te comprás un auto que te cueste un ojo de la cara, pero no importa, caes en toda una aparatosidad de poder porque te dejás llevar por una cultura que significa que te reafirmás más como persona si le demostrás al otro que sos superior. No. No vamos a tener jamás un mundo mejor si nosotros no somos capaces de ir peleando por ser mejores cada uno de nosotros.

Y esta es una lucha que la tenemos adentro y podemos, y vaya que podemos, y debemos pelear con este que tenemos adentro. Pero tenemos que entender esto: nada cae del cielo como regalo de los dioses de un día para otro. Así como un edificio se va construyendo a bloquecito y a ladrillo y cuesta mucho esfuerzo, disciplina y tecnología, la mejora de una sociedad no es sólo un día, no es sólo un empujón, es una larga marcha. Es el colectivo que hay que construir, y para construir el colectivo hay que recordar que nadie es más que nadie y que estamos llenos de defectos (…).

La vida me enseñó, justo lo que dijo Lucía, los únicos derrotados son aquellos que bajan los brazos, que no luchan. En todos los órdenes de la vida, no solo estoy hablando en el campo de la política y la economía, en el campo del amor, en el campo de las relaciones humanas, siempre estás expuesto a sufrir porrazos y derrotas, pero siempre, si tienes el coraje de volver a empezar, te darás cuenta de que todos los días amanece. Y que todos los días se puede arrancar de nuevo.

(Fragmento del discurso del ex presidente de Uruguay, Pepe Mújica, en el auditorio de Hostafrancs, en Barcelona, recogido íntegramente por Raíces al aire en Blog Raices al aire)

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