Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End

Rosana Calvo Diéguez

«En el año cuarenta y tres de su vida, William Stoner aprendió aquello que otros mucho más jóvenes habían aprendido antes que él: que la persona que se ama al principio no es la persona que se ama al final, y que el amor no es un fin, sino un proceso durante el cual una persona intenta conocer a otra persona»

Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End • Paula Bonet

Sal con una chica que no lee / Sal con una chica que lee

Rosana Calvo Diéguez

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

La carta esférica

Rosana Calvo Diéguez

“Es bueno que algo siga inmutable en alguna parte mientras la gente precise trazar rumbos sobre una carta náutica o sobre el difuso paisaje de una vida”

“En el extraño orden del Universo, como en el jazz, se daban azares, improvisaciones tan matemáticas que uno se preguntaba si no estarían escritas en alguna parte”

“A veces, se dijo, la vida resulta previsible de puro imprevisible. Dudó un poco antes de añadir: o viceversa”

“Era bueno no esperar nada de la gente, y que la bolsa de viaje fuese lo bastante ligera como para echársela al hombro y caminar hasta el puerto más próximo sin lamentar lo que se dejaba atrás”

“Le dirigó una mirada ni fugaz ni detenida, ni curiosa ni indiferente. Tan serena y segura de sí que no parecía humana. Y Coy se preguntó cuántas generaciones de mujeres eran necesarias para mirar de ese modo”

“Me pregunto, se dijo, si esta mujer intuye mis pensamientos o si es precisamente ella la que me los pone dentro y luego los baraja y los extiende sobre la mesa como si se tratara de un mazo de cartas”

“A veces los barcos se perdían en el mar, pero mucho más a menudo los barcos y los hombres se perdían en tierra”

“-¿Qué buscas de ella? – Quiero contarle las pecas, Piloto.¿Te has fijado? Tiene miles, y quiero contárselas todas, una a una, recorriéndola con el dedo como si se tratara de una carta náutica. Quiero trazar rumbos de cabo a cabo, fondear en las ensenadas, barajarle la piel…¿comprendes?”

“-Pronto las estrellas brillarán inútilmente sobre el mar, porque los hombres ya no las necesitan para buscar su camino. -¿Eso es malo? – No sé si es malo. Sé que es triste”

“Los hombres vamos por la vida a trompicones, de aquí para allá…Solemos envejecer y morir sin comprender bien lo que pasa. Pero ellas son distintas. (…) A veces la miro y pienso que sabe cosas de mí que yo mismo no sé”

“…y Coy se preguntó, envidiándolo, qué debía sentir el hombre que por primera vez salió a la caza de una ballena, un tesoro o una mujer sin haberlo leído antes en ningún libro”

“-Me pregunto, dijo, qué recordarás de mí. -Es pronto para saberlo.Todavía no ha terminado. – Me pregunto qué recordarás de mí cuando haya terminado.”

Y una de mis citas favoritas…

“- A veces hay finales felices, Coy. – Claro. A veces. Resérvame uno”

La carta esférica · Arturo Pérez Reverte

Amor, etcétera

Amor, etcétera

“Nos conocimos, nos enamoramos y nos casamos. Cometí el error de pensar que era el final de la historia, cuando no era más que el principio. Supongo que es un error que cantidad de gente comete. Hemos visto demasiadas películas, leído demasiados libros, creído demasiado a nuestros padres”

“La historia de nuestra vida no es nunca una autobiografía, es siempre una novela: es el primer error que la gente comete. Nuestros recuerdos son sólo otro artificio”

“Todo el mundo tiene a alguien, o a un pedazo de alguien, o la expectativa o el recuerdo de alguien, a quien o a lo que desecha o traiciona en cuando conoce a fulano o mengana”

“Lo cierto es que se puede querer a dos personas, a una después de la otra y una interrumpiendo a la otra, como yo hice. Las amas de maneras distintas. Y eso no quiere decir que uno de los amores sea verdad y el otro falso”

“¿Tú crees que existe? Me refiero a la justicia en este mundo. ¿Crees que la virtud es recompensada y el vicio es castigado? ¿Crees que la virtud entraña su propia recompensa? Me parece que hay en esto una repercusión más bien masturbatoria. La virtud, supuestamente, tiene que aprender a ser autogratificante, porque nadie más que su poseedor va a ponerla cachonda. ¿Y lo opuesto es también cierto, que el vicio entraña su propia recompensa? Esto parece más acertado”

“Cada relación encierra los fantasmas o las sombras de todas las demás relaciones que no existen.Todas las alternativas abandonadas, las elecciones olvidadas, las vidas que podrías haber llevado y no lo has hecho. La idea me pareció enormemente consoladora porque era cierta, y al mismo tiempo sumamente inquietante”

“Hay montones de cosas en la vida que no son sencillas ¿verdad? Que tus amigos no te gusten, por ejemplo. O, mejor dicho, que te gusten y no te gusten al mismo tiempo”

“La amistad no es tan sencilla, ¿verdad? Conoces a alguien, te gusta, hacéis cosas juntos y sois amigos. Pero no hay una ceremonia en que se diga que lo sois, y no tenéis una meta. Y a veces sois amigos únicamente porque tenéis amigos comunes. Y hay amigos a los que no has visto durante una temporada y reanudas la amistad con ellos al instante, en el mismo punto en que dejasteis de veros; y otros con los que hay que empezar otra vez desde el principio”

“Estaba claro que ella esperaba a que le diese una explicación. Pero es una de las cosas que he aprendido a medida que me hago mayor. Uno no tiene que dar explicaciones si no le apetece”

“Siempre he pensado que si quieres llegar a conocer mejor a una persona, no tienes que llevarla a cenar a la luz de unas velas, sino observarla mientras trabaja. Cuando está absorta, pero no en ti”

“Hay muchas teorías sobre con qué se casan los hombres -con su destino sexual, su madre, su doppelgänger, el dinero de su esposa- , pero ¿qué tal la idea de que lo que buscan realmente es su conciencia? Dios sabe que la mayoría de los hombres no saben situarla en su sede tradicional, en algún punto cercano al corazón y al bazo, así que ¿por qué no adquirirla como un accesorio, como un techo de vehículo tintado o un volante con radios de metal? ¿O no podría ser, alternativamente, que lo que los hombres buscan no sea eso, sino aquello en que el matrimonio, necesariamente, convierte a las mujeres? Ahora bien, eso sería bastante más banal. Por no decir más trágico”

“Nunca se ha compadecido de ella misma; o si lo ha hecho, no lo admite. Tiene su orgullo. La vida no le ha ido como ella esperaba, pero se maneja bien. ESto no parece una lección, ¿verdad? Aún así, es la que ella me enseñó. Cuando yo estaba creciendo siempre me daba consejos y yo no los escuchaba, y la única lección de verdad que aprendí fue una que ella no trató de inculcarme”

“Ese es el motivo por el cual ya no explico tanto las cosas. Las hago, eso es todo”

“Hay unos cangrejos violinistas que supongo que no existen en vuestro país. Lo que tienen de especial es que desarrollan una pinza grande, sólo una: la otra conserva su tamaño normal. Y como esa pinza grande es un auténtico manjar, los cangrejeros la arrancan y tiran el resto del cangrejo al agua. ¿Y sabes qué hace el cangrejo? Empieza a regenerar la pinza perdida. Es lo que dice la gente. Así que supongo que es cierto. Se diría que el cangrejo debería quedar traumatizado, hundirse en el agua y morirse. Qué va. Vuelven otra vez, como si nunca les hubiesen arrancado la pinza. Como dice mi amiga Marcelle: ¿no te recuerda algo?”

“En mi experiencia, en lo que valga, no sucede que primero conoces a alguien, luego te enteras de una serie de datos sobre ese alguien y a partir de ellos decides que te gusta. Es al revés: alguien te gusta y después buscas pruebas que respalden ese sentimiento”

“Hay sentimientos que no tienen sentido, que no van a ningún sitio. Y como les falta rumbo, se te pueden escapar de las manos”

“La aparente paradoja de su vida consistió en que cuanto más se distanciaba de tierra firma, más crecía su sabiduría, hasta el punto que afluía un número cada vez mayor de gentes en busca de consejo y de consuelo. Una bonita parábola de sagacidad y su consecución, n’est-ce pas? Sólo alejándote del mundo lo ves claramente. Abandonas el mundo con el fin de comprenderlo. Huyes en pos del conocimiento”

“No se consiguen las cosas no pidiéndolas. Tampoco si no las quieres. (…) Cuando yo era más joven, recibí lo que me daban. La vida parecía hecha de ese modo. Y en la trastienda de mi mente supuse que existía algún sistema de justicia ahí arriba. Pero no existe. O si existe, no es para la gente como yo. Ni como tú, probablemente. Si sólo obtenemos lo que nos dan, no conseguimos gran cosa, ¿eh? Y todo gira en torno al deseo, ¿no? Cuando yo era más joven había cantidad de cosas que fingía querer o suponía que quería, sencillamente porque otras personas deseaban lo mismo. No pretendo ser más viejo ni más sabio -bueno, sólo un poco- pero actualmente sé lo que quiero y no pierdo el tiempo con lo que no quiero”

“Creo que los niños contraen fácilmente el hábito de creer que simplemente decir que quieren algo es una expresión interesante y valiosa de su personalidad. Creo también que es malo para ellos en la vida futura: quieres algo y lo tienes. Las cosas no van a ser así en la vida.¿Cómo le explicas a un niño que más adelante será algo normal querer algo sin tener siquiera una oportunidad de conseguirlo? ¿O al revés: conseguir algo para luego descubrir que no lo quieres, en definitiva, o que no es lo que pensabas que sería?”

“Querer es desear, y también carecer. Se desea lo que no se tiene. ¿Es tan sencillo como esto? ¿O puedes querer lo que ya has obtenido? En efecto: se puede desear la bochornosa continuidad de lo que ya se posee. Y también se puede querer deshacerse de lo que uno tiene, en cuyo caso, aquello de lo que careces ¿es carencia de algo? Veo que las cosas tienden a superponerse en esta zona”

“Quiero que la gente resulte ser, cuando llegas a conocerla mejor, exactamente como creías que era cuando la conociste”

Fragmentos de “Amor, etcétera”  de Julian Barnes